Powered By Blogger

Catia: Semblanza de una localidad caraqueña

La palabra Catia es sin lugar a dudas uno de lo más ancestrales topónimos que perviven en la cotidianidad de nuestra ciudad. Esta voz, auténticamente caribe, que identifica a la populosa localidad situada en el extremo Noroeste de Caracas, todavía mantiene un velo que oculta el misterio de su significado. En este sentido, puede decirse que existe una suerte de nimbo o aura que lo envuelve; enigma este que aún no ha podido ser resuelto por quiénes se han dedicado al estudio y conocimiento de nuestras lenguas aborígenes y de los topónimos que de ellas se derivaron.
Como resultado de esta búsqueda infructuosa del significado etimológico de la voz “Catia”, siguen vigentes ciertas acepciones de esta palabra que han sido tomadas como verdaderas, aunque las mismas, no resistan la más indulgente crítica histórica. Por ejemplo, se ha dicho que el establecimiento de la palabra Catia tuvo su origen en el verbo “catear”, expresión ésta muy empleada en las labores de minas de oro que supuestamente existieron en la localidad, durante los primeros años que precedieron la conquista de Caracas en 1567. No obstante, tal creencia carece de fundamento histórico, puesto que el topónimo existía mucho antes a la fundación de Santiago de León de Caracas por Diego de Losada. Tan cierta es esta aseveración, que ya Francisco Fajardo en su segundo viaje de conquista, había fundado un pueblo con el nombre de “Villa de San Francisco”, cerca de la quebrada de Catia, que desembocaba en el mar. Lo que interesa destacar en todo caso, no es precisar el sitio de Catia, sino como hemos visto, es la existencia de este topónimo en tiempos previos al establecimiento de Caracas.
Otra versión que corre respecto al origen del ancestral topónimo, se le atribuye a la supuesta existencia del Cacique Catia en los predios de los belicosos toromaimas que le habían puesto precio a los intentos de conquista española. Esta leyenda, tampoco posee fundamento alguno al no contar con pruebas documentales, pues hasta ahora éstas no hacen mención, de esta deidad que sólo encontró asidero en ciertas mentes fantasiosas que se sienten muy a gusto con estos mitos históricos de la heroicidad.
Los ignotos tiempos de conquista que enterraron el mundo aborigen a comienzos del siglo XVII, quizás si llevó consigo y para siempre el verdadero significado que tuvo la voz Catia. Lo que no ha podido borrar el tiempo, es precisamente el significado afectivo que posee esta palabra en las mentes de los caraqueños en general y los “catienses” en particular, pues Catia es sinónimo y expresión de un modo de ser que identifica tanto a sus moradores como a la localidad que lleva este nombre, que es tan antiguo como el topónimo Caracas.
Hasta fines del siglo XIX Catia ocupó un humilde y discreto lugar en la evolución urbanística de la ciudad. Como localidad sólo había alcanzado el rango de caserío y así era señalada en los sucesivos censos de población que comenzaron a elaborarse a partir de 1873. En este sentido, podría decirse que Catia se hallaba en el “patio trasero” de Caracas formando parte de la extensa parroquia de Altagracia*. Sin embargo, el Presidente del Concejo Municipal de Caracas Domingo de Esquivel, en 1853 planteó ante la Diputación Provincial, la necesidad de crear la Parroquia Catia, pues ello significaba resarcir a los vecinos del caserío, de la falta de atención de parte de las autoridades civiles y eclesiásticas de las parroquias de Catedral y Altagracia, debido a la extensión geográfica y la vasta población que registraba, lo que en su criterio, era mayor que la recién constituida parroquia de El Recreo. Esta propuesta fue desestimada y Catia siguió sumida en su condición de caserío en los suburbios de la ciudad, como ya hemos señalado.
En el contexto de su ubicación, Catia tenía para entonces el aval de haber sido el factor dinamizante de todo el pequeño valle flanqueado por quebradizas montañas al Sur y la sierra Guaraira Repano al Norte. Actividades económicas de carácter agrícola y pecuaria sustentaron la paulatina pero sostenida aparición de caseríos, barrios y muy tardíamente urbanizaciones obreras; es así como vemos surgir Las Tinajitas, Gato Negro, Agua Salud, Agua Salada, Los Frailes, Los Flores, Los Magallanes, Ruperto Lugo, El Manicomio, Ojo de Agua, Nueva Tacagua, Nueva Caracas, Pro-Patria, etc. No debemos olvidar que el llamado Camino de Catia (1845) primero, y el Ferrocarril Caracas-La Guaira (1883) después, sirvieron como importantes puntos de atracción para el establecimiento o redimensionamiento de algunas de las localidades que acabamos de mencionar.

Escrito por Guillermo Durand, Cronista de la Ciudad, el 14 de junio de 2014
Publicado por: Globovision.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario